Carlos Fernández
Diario Tal Cual
No hay equívocos, el 26S el chavismo votará solamente por Chávez, el único líder que reconocen. Sus candidatos al Parlamento han asumido indignamente su condición de muñecos de guiñol. Para ellos ser nadie no resulta un conflicto existencial; disolver su personalidad para complacer los deseos de su maestro de obra como albañiles en la fabricación de un Estado al capricho y arbitrio de aquel es una recompensa satisfactoria, no hay crisis ontológica, su manera de ser es el no ser, o el ser en el otro, complementada en sus maledicencias por disfrutar el poder delegado del jefe, así como los beneficios derivados del saqueo del tesoro público con negociados sucios y triquiñuelas bastardas.
Pensamos que la inmensa mayoría, no todos, de los jerarcas y mandos medios del chavismo cuestionan en privado la patanería y el infantil radicalismo suicida de Chávez. Lo hacen por juzgar que ese extremismo es inconveniente a su propia estabilidad, creándose, piensan, las condiciones para que el líder sea desplazado. Otros no insurgen por pusilánimes o por cobardes. Esta realidad de la elite gobernante muestra la triste realidad de la Venezuela actual, gobernada por logreros y fanáticos postrados bajo las botas de un caudillo inútil.
Con franqueza y sin caer en las sinuosidades hipócritas de la 'corrección política', soy de los que creen que Chávez y lo que se ha dado por llamar 'chavismo', se encuentra averiado, a la baja, moviéndose hoy alrededor de una figura desdorada que ha perdido buena parte de su atracción carismática, pero que aún se encuentra a distancia de estar desplomado, políticamente derrotado y friíto en la opinión y el ánimo de buena parte de los vastos sectores populares que han conformado su tradicional base de sustentación.
A esa base de militantes que se aferra a defenderlo incondicionalmente, poco le importa el guiso de la comida podrida y el resto de los males nacionales; las peroratas y cuentos para evadir el juicio público y la condena incriminatoria las procesarán como verdades reveladas; es una condición de sobrevivencia, simbólica, pero traducida y materializada al mundo real de su existencia.
Ese elector no se ha roto del todo y es posible que oscile, según mediciones, alrededor de un 30%. En otras palabras, el chavismo duro es más grueso de lo que la gente hoy se imagina. Chavismo al que le siguen pareciendo satisfactorias todas las mentiras de Chávez para justificar su gigantesco fracaso echándole la culpa a otros.
Votarán a favor de los sirvientes puestos por su líder, no en la convicción de que el país va por un camino acertado y de progreso, sino en conocimiento de todo lo contrario, que la vaina no funciona, pero enganchados religiosamente en no abandonar su esperanza en el comandante y el discurso que los arrulla, el 26S pensarán en él, en sus excusas, no en el país.
El 26S es un plebiscito de cuántos duros le quedan a Chávez, no una evaluación de esta porquería de gobierno, que todos, sean chavistas o no, desaprueban o muestran inconformidad.
Los primeros no buscarán soluciones sino culpables.
El voto del bloque democrático pujará por que sus candidatos sean electos e impongan una agenda de desarrollo, de prosperidad y de civilista reconstrucción.
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