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lunes, 6 de septiembre de 2010

Criminalidad e inflación socavan respaldo de Chávez


AP- La Verdad

Gracias al boom petrolero que se dio entre los años 2004-2008, unos 8 millones de pobres lograron levantar sus ingresos y mejorar sus condiciones de vida, pero a la vuelta de los últimos dos años esa realidad ha comenzado a esfumarse debido al enfriamiento de la economía, el vertiginoso ascenso de la inflación que evapora los salarios, el deterioro de los servicios públicos, y una creciente criminalidad que golpea con mayor inclemencia a los sectores más humildes de país.

La declinación de las condiciones de vida de los pobres ya le está pasando factura al presidente Hugo Chávez, cuya popularidad descendió en julio a 36 por ciento, el nivel más bajo en siete años, y le hizo perder la contundente mayoría que siempre mantuvo entre los sectores de escasos recursos que conforman su principal bastión político, según revela una encuesta de la firma privada local Consultores 21.

Ante ese desfavorable escenario, Chávez se apresta a dirigir en las próximas semanas la campaña oficialista para los comicios legislativos del 26 de septiembre en los que la “revolución bolivariana” se juega su futuro, tal como ha reconocido el mandatario.

Aunque la criminalidad es un problema de vieja data en Venezuela, el salto de más del doble que tuvo la tasa de homicidios en la última década y que llevó el registro oficial de asesinatos a más de 12 mil en el 2009, dejó al descubierto una violenta realidad que es la principal preocupación de los venezolanos, especialmente de los sectores más pobres. Ocho de cada diez homicidios enlutaron a las familias que habitan las barriadas más humildes del país, según datos arrojados al cierre del 2009 por el Observatorio Venezolano de Violencia (OVV), una organización que investiga la delincuencia auspiciada por algunas de las principales universidades privadas y públicas del país.


Un reto diario
Para los pobres esquivar a la muerte se ha convertido en el reto de cada día junto a la precariedad de los servicios públicos y una inflación que los golpea sin clemencia y evapora sus escasos ingresos. Gustavo Solórzano, un peluquero de 31 años, se confronta con esa realidad cada vez que abre su billetera, donde guarda como recuerdo la cédula de identidad de su hermano menor inválido, que murió hace tres años, en circunstancias no esclarecidas, al recibir un disparo en la cabeza mientras veía la televisión tras una balacera que se registró en las cercanías de su humilde casa en la populosa barriada de José Félix Ribas de Petare, en el este de la capital.

Entre el desasosiego y la resignación por la muerte de su hermano de 27 años, Solórzano asegura que los habitantes de su comunidad en Petare, una de las mayores barriadas pobres de América Latina, han tenido que aprender a vivir entre delincuentes que los asaltan en los callejones del barrio cuando salen en las mañanas a trabajar, y a despertarse exaltados en medio de la noche y lanzarse al suelo de sus casas para evitar ser alcanzados por alguna “bala perdida” proveniente de los cotidianos enfrentamientos entre bandas.


El chorro petrolero
El boom petrolero que se dio entre los años 2004 y 2008 permitió a Venezuela montarse sobre una ola de prosperidad económica y arrastrar con ello a su población, en particular a los sectores de escasos recursos que gracias al incremento de sus ingresos lograron mejorar sus condiciones de vida, afirmó Luis Pedro España, director del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (UCAB).

Según estadísticas ofíciales la pobreza pasó de 60,3 por ciento (unos 14,5 millones de personas) en el primer semestre del 2004, a 33,1por ciento (8,8 millones de personas) en igual período del 2008. Asimismo, la pobreza extrema descendió de 28 por ciento en el 2004 a 9,2 por ciento en el 2008. Las proyecciones del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) ubicaron la pobreza para el 2009 alrededor de 30por ciento.

España, quien dirige el mayor proyecto privado sobre el estudio de la pobreza en Venezuela, sostiene que si bien los sectores más humildes mejoraron su situación entre 1997-2007, eso sólo se logró de la “puerta para adentro” de sus casas, puesto que en lo que se refiere a servicios públicos, vivienda, vialidad, sistema de recolección de basura, “las cosas han empeorado” en los últimos años.

Como prueba de ello citó el hecho de que las viviendas hechas de materiales de desecho, conocidas como “ranchos”, pasaron de 140 mil en 1997 a 407 mil en el 2007, según los estudios a nivel nacional realizados por el instituto de la UCAB. De igual forma, para el 1997 el 9 por ciento de las familias que estaban en pobreza extrema habitaban viviendas con piso de tierra, y diez años después esa proporción se elevó a 22 por ciento. El 63,2 por ciento del estrato E (personas de pobreza extrema) tenía acceso al servicio de agua para 1997, y esa relación bajó a 41,4 por ciento en el 2007.


Casos críticos
En la cima de un sector conocido como La Pedrera, en la populosa barriada de Antimano, al oeste de Caracas, en una humilde casa de piso de tierra y paredes y techo de zinc, vive Ana Cristina Dublas, una empleada doméstica de 48 años, junto a sus hijos de ocho y nueve años.

Dos colchones ahuecados, en los que sobresalen los resortes, sostenidos por unos ladrillos, son el único mueble del que dispone Dublas en su pequeña casa donde hay una destartalada cocina y dos pipotes de metal que sirven como depósito de ropa.

Dublas no dispone de nevera ni agua potable, y solo depende de la benevolencia de la naturaleza para obtener agua de lluvia que utiliza para su aseo, hidratarse, cocinar y hacer sus necesidades fisiológicas en un rudimentario pozo séptico que sirve de baño para ella y sus hijos.

El único lujo del que dispone es un pequeño televisor que se alimenta la electricidad que roba de sus vecinos.

Dublas llegó a Venezuela hace nueve años proveniente de la ciudad colombiana de Barranquilla soñando con un futuro mejor, pero la suerte no le ha sonreído, y ha tenido que conformarse con un trabajo como empleada doméstica que escasamente le sirve para reunir 300 bolívares fuertes semanales (69 dólares). “Eso no me alcanza para nada...para hacer un pequeñito mercadito, para nada más”, dijo Dublas tras hacer una pausa para evitar llorar.

La empleado doméstica admitió que muchas son las oportunidades que debe caminar más de 20 kilómetros de vías de tierra y piedra, y caminos escarpado para llegar a su casa y ahorrar el dinero del transporte público que utiliza para comprar comida y los útiles escolares de sus dos hijos que estudian en una escuela pública.


Fuerte vuelco
A partir del 2004 el gobierno de Chávez dio un significativo impulso a cerca de una decena de programas sociales, conocidos como las “misiones” y unas redes de mercados estatales, que beneficiaron de manera directa a decenas de miles de personas en todos los estados del país y permitieron paliar momentáneamente las deficiencias de los servicios de salud y los efectos de la inflación.

A esto se sumó el favorable desempeño que tuvo la economía entre el 2004 y el 2007, años en los que se dieron crecimientos entre 10 y 8 puntos; el desempleo abierto pasó de 20por ciento a 10por ciento y los incrementos salariales que se dieron en ese período, que se mantuvieron por debajo de la inflación, lo que permitió preservar el poder de compra de los venezolanos.

Los años de prosperidad económica comenzaron a hacer agua a partir del 2008 tras estallar la crisis financiera mundial que originó el desplome de los precios del petróleo, que financian 94 de cada 100 dólares que ingresan al país por exportaciones. El primer impacto de la crisis se observó en el vertiginoso incremento que tuvieron los precios de los bienes y servicios básicos, que hicieron saltar la inflación al cierre del 2008 a 30por ciento y el año siguiente a 25 por ciento.

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